DESDE EL CORAZÓN DE SAN JUAN, MEDICAMENTOS ARGENTINOS CONQUISTAN AMÉRICA LATINA

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En una provincia más asociada al vino y a la minería que a la innovación farmacéutica, una planta ubicada en San Juan late con ritmo propio. Allí, entre las montañas y el sol implacable del oeste argentino, Adium —el laboratorio antes conocido como Raffo— lleva adelante una expansión que no solo promete más empleo y desarrollo, sino que refleja una tendencia creciente y poco visibilizada: la Argentina como exportadora de medicamentos.

La industria farmacéutica nacional no suele ocupar grandes titulares. Tal vez porque se mueve con la prudencia de quien conoce bien los tiempos largos del desarrollo científico. Sin embargo, en silencio, va marcando récords. En mayo pasado, por ejemplo, el INDEC reveló que las exportaciones de medicamentos alcanzaron los 112 millones de dólares, un aumento del 23,1% interanual y el mayor registro mensual de la historia. En ese contexto se inscribe la decisión estratégica de Adium: invertir 60 millones de dólares para ampliar su capacidad productiva en un 60% en los próximos dos años.

El proyecto es ambicioso. Implica sumar 3.000 metros cuadrados a su actual infraestructura de 17.000, incorporar equipamiento de última generación y, sobre todo, generar entre 150 y 200 nuevos empleos calificados que se sumarán a los 900 trabajadores que ya forman parte del equipo. Cuando todo esté operativo —hacia fines de 2026—, esta planta sanjuanina quedará posicionada como uno de los polos de producción más relevantes del país y como el segundo mayor empleador privado de la provincia, solo detrás de la minería.

Pero el impacto de esta expansión va mucho más allá de lo local. De los medicamentos que se fabrican en San Juan, el 70% se destina a la exportación, abasteciendo a 18 países de América Latina. Es decir, cada comprimido, cápsula o polvo que sale de esta planta —más de 50 millones de unidades al año— no solo lleva ciencia argentina, sino que también representa ingreso de divisas, prestigio internacional y presencia regional. Adium, de hecho, ya figura entre los principales exportadores de medicamentos del país, con más de 100 millones de dólares anuales en ventas externas.

La compañía combina dos modelos de negocio: por un lado, produce medicamentos licenciados por grandes laboratorios multinacionales que no operan directamente en Argentina, permitiendo el acceso local a terapias innovadoras —muchas veces orientadas a enfermedades poco frecuentes— con los beneficios que esto conlleva para los pacientes. Por el otro, desarrolla formulaciones propias, combinando moléculas para tratar dolencias comunes en la región, como parte de una estrategia que conjuga ciencia, mercado y necesidad social.

Adium no solo opera en Argentina. Con centros productivos en cinco países y presencia comercial en toda América Latina, es hoy la única farmacéutica de origen latinoamericano que integra el Top 10 de prescripción regional según IQVIA, una de las consultoras más influyentes del sector.

Esta historia, sin embargo, tiene un punto de partida tan singular como simbólico. La planta sanjuanina nació en 1999, impulsada por un régimen de promoción industrial. Lo que parecía una apuesta arriesgada —instalar una fábrica de medicamentos en una provincia sin tradición farmacéutica y cuando inmediatamente después, en el 2001 el país se precipitó a una gran crisis, la inauguración de la planta de San Juan se transformó con el tiempo, en un caso modelo. Hoy, mientras la compañía se prepara para su próxima transformación, representa también algo más amplio: el potencial argentino de exportar valor agregado, innovación y salud al mundo.