EL CHAGAS EN ARGENTINA: UNA ENFERMEDAD SILENCIOSA QUE AÚN LATE EN EL CORAZÓN DEL PAÍS

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En una mañana cualquiera en Santiago del Estero, un grupo de mujeres —embarazadas, madres jóvenes y otras en edad fértil— se acercan al Centro de Enfermedad de Chagas y Patología Regional. No vienen solo a buscar atención médica. Vienen a informarse, a prevenir, a entender una enfermedad que no da señales durante años pero que puede dejar secuelas profundas. Vienen, también, a escuchar a Nora López, una enfermera que, a sus 63 años, convive con el chagas desde hace casi dos décadas. Ella conoce la enfermedad desde ambos lados del mostrador: como paciente y como profesional. “Les digo siempre: se puede vivir bien, pero con control. El diagnóstico temprano lo cambia todo”.

Argentina, y en particular el norte del país, sigue siendo una de las regiones más afectadas por el Trypanosoma cruzi, el parásito que causa el chagas. Aunque se ha avanzado mucho, aún hay desafíos. El insecto que transmite la enfermedad, la vinchuca, encuentra refugio en viviendas precarias de zonas rurales, especialmente en provincias como Santiago del Estero, donde el calor y la ruralidad siguen facilitando su presencia.

Desde 2007, el país cuenta con una ley nacional que prioriza el control de esta enfermedad endémica. Y en Santiago del Estero, el trabajo constante ya muestra resultados: en las últimas dos décadas, la prevalencia del chagas bajó del 30% al 4,5%, un logro que se sostiene gracias al Programa Provincial de Chagas. En las maternidades públicas, la transmisión de madre a hijo —la llamada “vía congénita”— está controlada en un 85%.

Pero a nivel nacional, los datos son menos estables. Según el Boletín Epidemiológico de 2025, hubo un repunte de casos en recién nacidos durante 2021 y 2022, con un leve descenso en 2023. ¿Qué pasó? Expertos advierten que las políticas públicas perdieron continuidad, especialmente en los últimos años, y eso afectó el seguimiento, la prevención y la inversión en diagnóstico.

Una enfermedad que no da aviso

El chagas puede permanecer invisible durante décadas. Solo un 30% de quienes lo contraen desarrolla síntomas —a menudo cardíacos o digestivos— pero cuando eso ocurre, los daños ya están hechos. La enfermedad se transmite de diversas formas: por picaduras, transfusiones de sangre o de madre a hijo durante el embarazo. Por eso, testear a las embarazadas es clave: el tratamiento en los recién nacidos tiene una eficacia del 100% si se actúa a tiempo.

La infectóloga Sandra Seu, directora provincial de Vectores en Santiago del Estero, es contundente: “El mayor generador de nuevos casos hoy no es la vinchuca, sino la transmisión congénita. Detectar a tiempo puede evitar una enfermedad de por vida”.

Sin embargo, el diagnóstico todavía enfrenta barreras logísticas: requiere dos pruebas y laboratorios equipados, algo que muchas veces no existe en zonas rurales. Y también enfrenta una barrera cultural: el miedo y la estigmatización que aún rodean al diagnóstico. “No se trata solo del parásito, sino de lo que significa saber que uno tiene chagas”, señala Mariana Sanmartino, investigadora del CONICET y miembro del colectivo “¿De qué hablamos cuando hablamos de Chagas?”.

Un mal que recorre fronteras

Si bien la situación argentina tiene características propias, el chagas afecta a toda América Latina, con más de 6 millones de personas infectadas en la región, según la OPS. La mayoría de los casos están en países del Cono Sur, pero también hay desafíos en países como Colombia, donde la transmisión no se limita a un solo insecto, sino a cinco especies diferentes.

Allí, se han implementado estrategias para testear a embarazadas y mejorar el acceso al diagnóstico, incluyendo pruebas rápidas en centros de salud primaria. Sin embargo, como advierten expertos tanto en Colombia como en Argentina, la clave no es solo técnica: es política. La lucha contra el chagas necesita continuidad, financiamiento y voluntad estatal. Cuando estos pilares fallan, los avances se estancan o incluso se revierten.

Hoy, muchas personas adultas en Argentina viven con chagas sin saberlo. Algunas, como Nora, lo enfrentan con tratamiento y chequeos periódicos. Otras aún no tienen diagnóstico. Pero lo cierto es que el chagas sigue presente, aunque no se lo vea.

Con un tratamiento eficaz disponible, especialmente en etapas tempranas, el mayor desafío ya no es médico: es acercar la información, garantizar el testeo y sostener las políticas públicas. En eso, la salud pública argentina se juega una batalla silenciosa, pero decisiva.

 

Fuente: El País (España)